Arcangelo - Handel Brockes-Passion - Scherzo

Cuando Haendel compuso su Oratorio de la Pasión sobre el célebre texto de B.H. Brockes en 1716, ya tenía a sus espaldas una importante carrera operística en Hamburgo, Italia y Londres, acervo volcado en una obra plagada de teatralidad, algo, por lo demás, perfectamente aceptable en la iglesia de la época. Aunque muchos de sus números se reciclaron en las composiciones inglesas del lustro siguiente (es llamativo detectar música luego adaptada en Acis and Galatea), hay momentos que permanecen sin traslado en la pasión, un trabajo muy hermoso por su propio derecho —aunque el oyente percibirá su lejanía sideral, en lo musical y en lo espiritual, con las pasiones bachianas— que cuenta con jugosísimos recitativos, arias breves y sustanciosas, unas turbas muy enfocadas a lo melódico y escasísimos corales.

Jonathan Cohen entiende a la perfección el campo en el que se juega el partido y se decanta por una visión enteramente teatral. A la magnífica dirección —vivísima, dramática y contrastada, muy, muy pendiente de la palabra— responden a las mil maravillas unos efectivos reducidos (cinco violines, coro a ocho voces) y un bajo continuo colorista y tremendamente efectivo —por ahí anda Thomas Dunford haciendo virguerías—.

Este planteamiento operístico se patentiza con la presencia de Sandrine Piau como Hija de Sión en una contribución inmensa que aúna expresividad, teatralidad y devoción como pocas veces se ha escuchado. No le va a la zaga el Evangelista de Stuart Jackson, con voz más grave de lo habitual, que dramatiza el texto de forma insuperable, con una declamación extraordinaria. Y también excelente el Jesús de Konstantin Krimmel, soberano y humilde al tiempo. Los papeles menores se extraen del coro, destacando el magnífico Pedro de Matthew Long y la María de Mary Bevan. Sin duda, la mejor opción de la discografía.