Dunedin Consort - J.S. Bach: Christmas Oratorio - El arte de la fuga
Desde que en 1973 Nikolaus Harnoncourt grabara el primer Oratorio de Navidad historicista, son muchas las ediciones discográficas que han aparecido en el mercado siguiendo criterios filológicos. Y, sin embargo, hasta muy recientemente (Sigiswald Kuijken, Challenge Classics, 2014) nadie había dado el paso de hacer la obra en estudio siguiendo el principio OVPP (acrónimo inglés de one voice per part), es decir, la teoría herética formulada por Joshua Rifkin y desarrollado por Andrew Parrott según la cual Bach compuso la mayor parte de sus composiciones vocales de la época de Leipzig para ser interpretadas por sólo un cantante en cada parte vocal. En su grabación de 2002 (Channel Classics, 2003) Jos van Veldhoven todavía no había experimentado la súbita revelación que le llevó a convertirse en fervoroso adepto de la nueva doctrina (un año más tarde ya estaba haciendo extraños experimentos con la Pasión según San Juan) y Philip Pickett en su registro de 1997 en Decca/L'Oisseau Lyre (1999) hizo una cosa rarísima, consistente en emplear un coro de doce voces, pero sólo un instrumento por parte, por lo que tampoco encaja en el dogma rifkiniano. La interpretación de Kuijken, por lo demás, no es para tirar cohetes, lo que no sorprenderá a nadie, ya que, desde que anda preocupado por cuestiones tan absurdas como los violonchelos da spalla o los basses de violon (cosas que sólo le interesan a él) se ha olvidado de interpretar.
Así pues, la grabación protagonizada por John Butt y su Dunedin Consort es el primer intento serio de dotar de valor interpretativo a una versión OVPP del Oratorio de Navidad bachiano. En los últimos años estos músicos escoceses se han situado, por su propio derecho, en el podio del mundo minimalista, posición que, tal vez, sólo pueda ser reconocida ex aequo al Ricercar Consort, igualmente excelente, aunque con un estilo completamente distinto. Los Dunedin culminan con la grabación que hoy comento, su tránsito por las grandes obras vocales del cantor. Las anteriores incursiones fueron recibidas por la crítica (en particular la inglesa, que siempre arrima el ascua a su sardina) con vítores entusiastas. Un servidor, siendo crítico con sus parámetros, no puede por menos que reconocer su gran valía, aunque en la Pasión según San Mateo se les fue la mano a los ingenieros con la cercanía de las voces y el resultado fue un tanto artificial. Sin embargo, la reconstrucción litúrgica de la Pasión según San Juan era impresionante y su Misa en si menor una de las mejores con independencia de los criterios y de las trampas sonoras. Aunque llegaron a lo más alto con el Magníficat que, con el añadido de la hermosísima cantata BWV 63, constituyó su regalo navideño de 2015. Su gran éxito con esta música navideña hacía augurar lo mejor en el Oratorio de Navidad y, aunque no se encuentra a idéntica altura, no ha defraudado en absoluto y llevan a cabo una versión espléndida.
John Butt nos indica en las notas que, aunque musicológicamente no tiene ningún apoyo (eppur si muove...), dobla las voces con ripienistas en las partes 1ª, 3ª y 6ª, es decir, las que cuentan con trompetería. Es una decisión dictada por la lógica, pues es imposible en otro caso evitar que la orquesta engulla al cantante. En las otras tres partes, por tanto, emplea un cuarteto de concertistas como coro vocal. Al margen de consideraciones propias de la musicología, Butt dirige de forma magnífica a lo largo de toda la obra, con unos tiempos muy bien escogidos (aunque me habría gustado mayor ligereza en el coro inicial de la quinta parte), con buen manejo de la retórica, brillantez -mucha exige esta música tan deudora de las cantatas laudatorias de la familia real de Sajona-Polonia- y, cuando procede, sentido dramático. Transmite constantemente el sentido de júbilo que impregna cada compás de una música destinada a celebrar el advenimiento del Redentor del mundo. El coro Jauchzet, frohlocket! es tan exultante como delicada la sinfonía inicial de la segunda parte, elegante el aristocrático Fallt mit danken y dinámico el fulgurante Ehre sei dir.
La contribución instrumental es de la máxima calidad en todas sus familias. Debemos recordar que este oratorio exige una orquesta de primerísima, ya que violines, oboes, trompetas y trompas tienen numerosas intervenciones bien comprometidas y, aquí, todos ellos cumplen con excelencia su función. No puedo dejar de mencionar las fastuosas intervenciones de las trompas en los coros inicial y conclusivo de la cuarta parte, con una sonoridad por momentos agreste sin merma de la brillantez (uno sospecha, aunque nada se dice, que no se emplean técnicas de mano -notas taponadas- en el instrumento natural, extrayendo las notas sólo con técnica labial merced a embocaduras fieles a la época, que es lo históricamente correcto). Y tampoco puedo dejar en el olvido unos oboes que mezclan de forma ideal rusticidad con redondez.
Los cuartetos vocales se desempeñan con la calidad bien conocida que les caracteriza (excelentes los bajos, tanto Matthew Brook como Konstantin Wolff). Sólo me ha decepcionado un tanto el tenor Nicholas Mulroy, con un voz algo engolada, mate y seca (mucho mejor Thomas Hobbs). Técnicamente el sonido es impecable, extraordinario, como pasa siempre con Linn, el sello independiente que, de lejos, mejor graba, logrando que las voces destaquen con toda la apariencia de naturalidad y profundidad sonora.
Si le apetece disfrutar esta música maravillosa con postulados minimalistas de primerísima calidad, ésta es su opción. No defraudará a nadie cualesquiera que sean sus gustos o manías interpretativas.